Una vida nueva

martes, 2 de abril de 2013
Entraste sigilosamente, casi sin llamar la atención y no venías de visita, sino para quedarte, robarnos una persona y dejarnos otra desconocida y obligarnos a replantear nuestra vida porque, cuando llegas, la vida, irremediablemente, cambia
De pronto nos encontramos haciendo de educadores lo que, a veces, resulta muy difícil;  recurrimos a técnicas que funcionan con niños pero, como ellos no lo son,  no siempre está asegurado el éxito, nos convertimos en cantantes, actor/actriz, enfermero/a, psicólogo/a y un largo etcétera. Hay quien tiene que dejar su trabajo lo que supone un cambio en la situación económica y hay quien, por el contrario,  incorporarse a un trabajo va a ser su gran tabla de salvación.
A menudo influyes también en las relaciones familiares, las hieres de muerte o se fortalecen; hay ocasiones en que los nervios nos traicionan y no actuamos como debiéramos pero, es inevitable y, no harás que nos culpemos por ello, somos humanos.
Generalmente, reduces nuestra vida social porque queremos dedicar todo el tiempo a esa persona tan perdida; la dependencia nunca es buena y este caso no es una excepción. Hay que recuperar los hábitos poco a poco, aunque cueste, la mente lo agradecerá y será de gran ayuda.
Entretanto, la vida sigue, ha cambiado, sí, pero no vamos a consentir que sea un cambio negativo, podemos convivir sin traumas, integrar al enfermo en esa convivencia, nunca ignorarlo,  adaptarnos a las circunstancias que nos ha tocado vivir, no debemos tener miedo a lo desconocido, afrontaremos cada día con el deseo de mejorar, no nos pararemos a mirar por el retrovisor ni pensar en lo que podría haber sido, lo que importa es el hoy y el mañana, limpiar la mente de tristeza, melancolía, rabia y dar paso a la alegría y la ilusión, nos envolveremos en una coraza y haremos frente a la situación, porque nadie ni nada puede matar nuestras ilusiones, ni siquiera tu, Alzheimer.